Esta semana, a partir del miércoles 7 de mayo, el Vaticano se convertirá en el epicentro de la Iglesia católica con el inicio del cónclave para elegir al sucesor del papa Francisco, quien falleció el pasado 21 de abril.
Bajo los majestuosos frescos de Miguel Ángel en la capilla Sixtina, 133 cardenales electores de todo el mundo se reunirán en uno de los rituales más antiguos y herméticos de la historia.
Este selecto grupo, proveniente de diversas órdenes religiosas y con distintas tendencias ideológicas, se encerrará “bajo llave” -tal como lo indica el origen latino de la palabra cónclave (cum clavem)- para designar al nuevo obispo de Roma, sucesor de Pedro y líder espiritual de más de 1.400 millones de fieles, además de un influyente jefe de Estado.
El proceso, que históricamente ha estado cargado de misticismo y marcado por el juramento de secreto vitalicio de sus participantes, comenzará formalmente el miércoles con una oración en la capilla Paulina del Vaticano, seguida de un juramento de los cardenales antes de ingresar a la Sixtina, lugar donde se realizará la mencionada votación.
La jornada inaugural culminará con una misa a las 10 en la Basílica de San Pedro, orando “por la elección del Sumo Pontífice”.
La elección trasciende lo puramente religioso, buscando un líder capaz de afrontar los complejos desafíos globales. El canonista Hernán Olano señaló que la deliberación se centrará en el “perfil de un líder” con capacidad para abordar temas como la persecución religiosa, la secularización, las tensiones geopolíticas y las dificultades en diversas regiones del planeta.